
Lic. Marina M. Marti (*)
El mundo de las relaciones internacionales se ha transformado de manera radical en los últimos años. De la misma manera, y necesariamente, el campo de la teoría internacional se encuentra en constante cambio en sus aspectos sustanciales y metodológicos. El presente artículo pretende resaltar la importancia de la comprensión de la Teoría de las Relaciones Internacionales, por parte no sólo de estudiantes y especialistas académicos, sino también de los encargados de trazar políticas, quienes deben ofrecer una aportación verdaderamente valiosa a quienes les pagan, a los ciudadanos de los países a los que representan, en un mundo cada vez más complejo y heterogéneo.
Dentro del campo de la Teoría de las Relaciones Internacionales hay una importante producción teórica y metodológica de la región latinoamericana, que resulta esencial resaltar a la hora de analizar la realidad de las relaciones internacionales. Entre estos pensadores y autores citaremos a Carlos Escudé, que más allá de sus actuaciones en ámbitos académicos y mediáticos, es innegable la vigencia de su pensamiento en el escenario internacional actual; no sólo a los fines de un análisis serio y detallado de las opciones de política exterior de nuestro país en general, sino a las relacionadas con la República Popular China en particular.
El ascenso de la República Popular China y su influencia en América Latina en el siglo XXI no escapó al análisis de Carlos Escudé. En el año 2012 publica “Principios de Realismo Periférico: Vigencia de una Teoría Argentina ante el Ascenso de China”, donde repasa los principales lineamientos del realismo periférico, un marco conceptual desarrollado en las décadas finales del pasado siglo y que constituyó una revisión profunda de los principios que habían guiado la historia de la política exterior Argentina hasta ese momento. De manera breve y esquemática, la propuesta del realismo periférico supone el llamado a maximizar las capacidades de los actores más débiles del sistema internacional evitando confrontaciones innecesarias con las grandes potencias, y siempre teniendo el bienestar integral de sus ciudadanos como fundamento ético de las decisiones de política exterior. Lo dicho en líneas anteriores no debe ser interpretado como alineamiento automático con la potencia de turno, sino como una propuesta teórica que propone evitar confrontaciones innecesarias en cuestiones que no constituyen intereses tangibles para nuestra ciudadanía. Esta teoría parte del supuesto de que existen reglas no escritas en el orden interestatal, en el cual los Estados más poderosos gozan de un papel preponderante para establecer las normas del mismo. Siguiendo la argumentación del autor, una correcta política exterior debe reconocer que no existe libertad de un Estado para actuar en el sistema interestatal.
Existen tres tipos de Estados: los que forjan las normas, los tomadores de las mismas, y los rebeldes, que se convierten en parias. El secreto del éxito para la Argentina, en este esquema reside en no practicar una “estéril rebeldía”. Para los Estados periféricos como la Argentina y sus ciudadanos, señala, resulta contraproducente enfrentar a las potencias en cuestiones políticas no relacionadas en forma directa con intereses tangibles. Así, sólo se justifican las controversias comerciales y financieras, pero no las políticas o simbólicas. La política exterior, entonces, debe ser el resultado de un cálculo de costes-beneficios. En esta línea, señala, la capacidad de confrontación, como si fuera un bien escaso, debe ahorrarse.
Veamos a continuación qué acciones diplomáticas actuales con respecto a la República Popular de China, pueden constituir una buena o mala opción de política exterior en los términos de este marco conceptual. En primer lugar, el actual gobierno no ha designado a un embajador, por lo que deja a una funcionaria de menor jerarquía a cargo de la embajada. A ello se suman las declaraciones del Presidente Javier Milei cuando era candidato presidencial, en cuanto a que rompería relaciones oficiales con la dictadura comunista de China. En segundo lugar, el supuesto recibimiento de la ministra de Relaciones Exteriores argentina a representantes de Taiwan fue leído como una enorme provocación a China, que considera al territorio como una provincia separatista y pretende su reunificación. Por último, La República Popular China vio con malos ojos, la decisión del ejecutivo argentino de no incorporarse al grupo de los BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y que para algunos analistas, implica dar la espalda a los países que más crecen en el mundo, que tienen cuantiosos recursos financieros y que estructuralmente necesitan alimentos, energía y minería; sectores en donde Argentina tiene ventajas y puede competir.
Cada una de estas decisiones nos lleva al necesario análisis del resultado coste-beneficio del que hablaba Carlos Escudé en materia de política exterior. Estas acciones suponen como coste, desde el punto de vista económico, la posible decisión por parte de China de disminuir o cancelar la compra de soja y carnes, y el delicado tema del acuerdo swap que mantiene con nuestro país; un mecanismo de intercambio de divisas que actúa como una suerte de préstamo contingente. El financiamiento de China fue clave para poder pagar vencimientos al Fondo Monetario Internacional y reforzar las reservas del Banco Central, que quedaron golpeadas por múltiples razones. Es difícil afirmar si una simple declaración de campaña puede cambiar el objetivo estratégico por el que China mantiene estos swaps de monedas a lo largo del mundo y con Argentina en particular, pero, en cualquier caso, es razonable que espere claras posturas políticas a corto, mediano y largo plazo por parte del nuevo ejecutivo argentino.
Desde el punto de visto estratégico, no hay que olvidar que China es un aliado en la causa Malvinas. En el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, China asumió hace años un rol protagónico para defender el principio de integridad territorial sobre las Islas y nuestro país históricamente ha sostenido una postura recíproca respecto a Taiwan. Es difícil ciertamente ponderar los beneficios en cada una de estas políticas si es que los hubiere.
Para finalizar, volvemos a la importancia central que tiene la Teoría de las Relaciones Internacionales, no sólo como herramienta intelectual que ayuda a organizar nuestro conocimiento, formular preguntas significativas y guiar la formulación de prioridades para aquellos dedicados a la investigación; sino también como marco para juzgar la solidez de recomendaciones políticas en miras seguir un particular curso de acción. Como sostenía Aldo Ferrer, “la calidad de las respuestas de cada país en cuestiones tales como la inserción en la división del trabajo y las finanzas internacionales, resulta decisiva para su proceso de crecimiento».
A lo largo del tiempo, las historias nacionales pueden explicarse en el contexto de las transformaciones de la tecnología y de la distribución del poder en el sistema mundial, en virtud de la buena o mala calidad de tales respuestas. Las mismas se refieren a las cuestiones estrictamente económicas y al conjunto de vínculos externos, que incluyen los políticos, culturales, económicos y de seguridad y que en definitiva configuran las relaciones internacionales”.
(*) Lic. en RR.II. – Profesora Universitaria – Ex Docente de las Materias Teoría de las Relaciones Internacionales y Política Exterior Argentina.