DEL VOTO FEMENINO AL DIALOGO TRANSPARENTE

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Del voto femenino al diálogo transparente

Proyectar Nación – Ildefonso Correas Apelanz (M.S./M.A.)

La ley 13.010 de voto femenino, aprobada por el Congreso Nacional el 9 de septiembre de 1947 y promulgada por el Presidente Juan Domingo Perón el día 23 del mismo mes/año, reconoce en su primer artículo que: “Las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones argentinos”[1] y de esta manera los artículos sucesivos –una cantidad breve de siete en su totalidad– confirman una realidad que desde hacía tiempo se venía gestando: la igualdad política entre mujeres y varones.

El hecho se rubrica simbólicamente y se incorpora al imaginario político en un acto de relevancia histórica para tod@s l@s argentin@s, habiéndose situado este en el seno de la Plaza de Mayo. Se erige desde dicho lugar la imagen inmortalizada de Eva Perón recibiendo de manos de su esposo, el Presidente Perón, el decreto de aprobación de dicha ley y que de manera alegórica ejemplificaba la ratificación de los derechos de la mujer como persona cívica, política y social. En su discurso, Eva Perón se dirigía a las mujeres (y también a los hombres) argentin@s con las siguientes palabras:

 Mujeres de mi Patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en ella crispación de indignación, sombra de ataques amenazadores, pero también alegre despertar de auroras triunfales. Y eso último se traduce en la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional.[2]

 Dicho discurso, articula el voto femenino de manera tal que desaparecen del imaginario de nuestro país los aportes que ya desde 1911 se venían generando para llegar a este hecho fundamental en la historia argentina que permite saldar una deuda pendiente con las mujeres.

La deuda continúa sin ser saldada por completo porque aún con la dirigencia de una mujer presidenta y los cupos de representación política femenina de 1991, las mujeres continúan en desventaja a pesar de los esfuerzos que en el día a día las mujeres hacen para nuestro país. Su doble función en las actividades privadas (del hogar) y públicas (del trabajo y otros quehaceres) no es valorizada con el respeto y la incorporación social con la que debería ser sostenida. Un caso bien típico es el tratamiento del fútbol femenino en la argentina con respecto, por ejemplo, a su desigualdad profesional, falta de incorporación a todos los ámbitos de dicho deporte y la falta de reconocimiento al imaginario del fútbol argentino en su conjunto.

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En todo caso, este artículo tiene dos propósitos que convergen en un espacio en común. En tal sentido, se observa una confusión en el imaginario social, cultural y político argentino que prolonga las voces de unas/unos y relega las de otros/otras. Asimismo, existe una simplificación en la representación de los discursos oficiales para que la masificación observe o absorbe parcialmente el contexto histórico que luego es manipulado para transformarse en una herramienta de mensaje político y convocación popular: el Peronismo le dio a la mujer el derecho al voto. No hay duda que esto sucedió dentro de ese período político argentino. Sin embargo, desestimar (no incluir) dentro de esa ‘realidad o contexto político’ que se llega a dicho objetivo porque ha existido todo un aparato previo, es conceptualizar una historia parcializada. Dentro de este marco de entendimiento, con similar enfoque Felipe Pigna escribió para El Historiador, lo siguiente:

Lejos de alegrarse las dirigentes opositoras de todo el arco político desde la izquierda a la derecha, que venían luchando por lograr el voto femenino y la total integración de la mujer a la política, sintieron que Evita les arrebataba una reivindicación histórica y una anhelada conquista.[3]

Mi posición no es agitar las banderas socialistas de la época por sobre el Peronismo, creo que el espacio mancomunado entre mi posición y la de Pigna se construye desde la critica a lo que se ha desaparecido de un proceso histórico que desemboca en un hecho fundamental para la historia de las igualdades de género. Desde ya que esta es mi lectura y esto no quiere decir que no existan otras, o que el mismo Pigna esté de acuerdo con la perspectiva en la que encuadro sus palabras.

Además de lo expuesto hasta acá, también coexiste como mencionaba antes, la confusión generalizada en relación a las igualdades de género y la mujer como Presidente Nacional. La Sra. Cristina Kirchner, presidenta de la Argentina encabeza una lista exclusiva y limitada de mujeres latinoamericanas –y del mundo– que han asumido dicha posición de liderazgo dentro de un contexto sumamente varonil. Sin embargo, la presencia de una mujer en la función ejecutiva no garantiza que se promueva un avance político, social o cívico de las mujeres en nuestra República o en el mundo. Esto es lo mismo que asumir que porque Obama es Afro-Americano, el racismo en los Estados Unidos se ha superado. Lejos están de semejante conquista. Es inevitable señalar que las estructuras de poder, presididas o no por una mujer, continúan bajo un regimiento colonial/patriarcal que se esconde detrás de las ilusiones construidas por mensajes mediáticos para elaborar una enunciación política que no incorpora una representación plena. Es decir, la mujer puede tener mentalidad colonialista o estar limitada por las estructuras colonialistas tanto como el hombre. El poder construido y concentrado en senos inflexibles o condicionantes no representa una visión feminista desde la articulación más amplia de dicho movimiento. Y es desde esta forma de enmarcar el dialogo que conecto el voto femenino con la transparencia de un dialogo que permita incorporar y validar representativamente las voces tod@s.

Ciertamente entonces, debemos recordar que si bien fue la Presidencia del Gobierno de Perón la que promulga la ley, debemos necesariamente incorporar a este imaginario los esfuerzos de otras figuras precursoras que con sus esfuerzos han colaborado en la construcción de un movimiento social y político que no sencillamente aparece durante el mandato peronista por medio de la intervención de la figura de Evita como líder del movimiento femenino. Es menester manifestar que no estoy quitando méritos a semejante transformación social y política, pero dichos méritos no pueden ser distribuidos entre unos pocos o que la historia, una vez más, quede relegada a la imagen de unos actores a costas de los silencios de otros muchos. Así, es primordial recordar que fue el diputado socialista Alfredo Palacios, por ejemplo, quien presentara su proyecto de ley en 1911 –como referencia, la ley Electoral conocida como la Ley Sáenz Peña fue aprobada el 26 de marzo de 1912– y que el mismo sería considerado como el primer proyecto para el voto femenino. Ese mismo año, el 16 de julio, Julieta Lanteri se consagra como la primera mujer empadronada para poder votar y ejercita su derecho el 26 de noviembre de 1911 en la Capital Federal. Este hecho es para mí trascendental e histórico, pero de alguna manera ha quedado borrado y en su reemplazo se ha confeccionado el voto de Eva Perón desde la cama del policlínico en el cual se encontraba internada. Esta imagen confiere un dramatismo al voto en sí, hecho que sustancialmente queda incorporado al imaginario político-social y que se magnificaría aún más a posteriori con el lamentable fallecimiento de Evita. Nuevamente debo recordarle al lector que aquí no se trata de quitar méritos para luego reasignarlos, sino conferir nuevos créditos, si se me permite la expresión, a otros actores que no han sido convocados a la construcción del imaginario del voto femenino.

Estas son las complejidades que se entrelazan en la vida de nuestra argentina. De ningún modo desestimo la voluntad de Evita y lo que el voto femenino representaba y representa. No dudo de su integridad para la lucha de semejante proyecto o de su compromiso como mujer hacia sus pares. Sin embargo, las páginas a mujeres como Cecilia Grierson, promovedora del voto femenino y primera médica argentina, o Alicia Moreau de Justo quien fundó el Comité Pro-Sufragio Femenino, o la misma Julieta Lanteri han quedado semi-vacías y el común de la gente difícilmente recuerde incorporar a la historia política dichas voces y los aportes por estas mujeres generados.

Presenciamos por medio de esta articulación cómo el mensaje político, y esa falta de crédito a otras figuras que debieran ser recordadas, genera la posibilidad de difundir una bandera política que distorsiona el pasado y nos induce a pensar que los únicos que han luchado por el avance del movimiento social y político de las mujeres se encuentran localizados en la bandera de un imaginario peronista que ya desde la época Menemista no existe.

Es decir que, cualquier otra persona que haya estado firmemente ligada a este movimiento social ha quedado reducida casi a la inexistencia. Este punto es el que merece ser desmantelado para evitar caer en las trampas de mensajes políticos tendenciosos, simplistas y que incurren en mecanismos simplificadores que distorsionan lo histórico para cobrar un beneficio político envestido en el poder político de los discursos.

Abordemos ahora, de manera breve, una temática tangencial pero constituida en la base del dialogo entre las condiciones de las mujeres argentinas y del mundo. Más allá de su agencia y voluntad, las mujeres padecen condicionamientos similares no solo en Argentina. La situación mundial de las mujeres, de acuerdo al artículo escrito por Swanee Hunt “Let Women Rule” publicado por Foreign Affairs en el Mayo/Junio 2007, sostiene que en su conjunto, el poder político global de la mujer es limitado ya que su presencia es coartada y restringida de facto. Existiendo la tendencia –dada la falta de oportunidades– a que las mujeres busquen posiciones de liderazgos en organizaciones no gubernamentales antes que dentro de los poderes oficiales del gobierno. Personalmente no me sorprende dada lo asfixiante del patriarcado político y gubernamental de los estados. Las ONGs promueven la concertación y el diálogo, consecuentemente prevalecen la comunicación por sobre las demandas.[4]

Sin embargo, un ejemplo que llama la atención es el movimiento feminista sueco que ha encontrado a pesar de los desafíos sociales, un espacio político clave con el que ha podido conformar reformas de género tendientes a por ejemplo, la igualdad de pago por el mismo trabajo entre hombres y mujeres cosa que en el seno del capitalismo, la mentalidad conservadora y hasta retrograda de varios políticos de los Estados Unidos han logrado dejar sin efecto la posibilidad siquiera de tratar ese tipo de reformas.

Ya para ir cerrando, si es que aún queda algún lector obstinado en persistir hasta el final, quiero en principio agradecer a dicho lector, casi único y aislado, pero por otro lado, dejar el espacio abierto al debate de las ideas con la oportunidad de contestar desde el diálogo para constituir desde dicha transparencia una democracia de voto y femenina desmantelando, aunque más no sea desde esta apertura, las estructuras de poder y jerarquía que tienden a mitificar a un@s y silenciar a otr@s.

NOTAS DE PIE

[1]dos Santos, Estela. Las mujeres peronistas. Biblioteca política argentina nro.23, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983.

[2] Pigna, Felipe. El Voto Femenino. El Historiador. http://www.elhistoriador.com.ar/frases/ascenso_y_auge_del_peronismo/eva_peron_sobre_la_ley_de_voto_femenino.php

[3] Pigna, Felipe. El Voto Femenino. El Historiador. http://www.elhistoriador.com.ar/frases/ascenso_y_auge_del_peronismo/eva_peron_sobre_la_ley_de_voto_femenino.php

[4] Sin embargo, hay muchos trabajos que cuestionan las ONGs dentro del marco transnacional y dudan de la efectividad de las mismas en tanto que el diálogo no revierte las estructuras de poder sino que ofrece una ilusión de participación.

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