No son mártires, son víctimas.

Lo que pasa (no solo) en Afganistán.

Lic. Agostina Salman

US Department of State – Archive

El pasado 15 de agosto, el mundo vio flamear la bandera talibán en el palacio presidencial de Kabul, capital de Afganistán. Rápidamente las redes sociales se inundaron de imágenes de afganos intentando huir desesperadamente del país, y parte de la realidad de las mujeres afganas fue protagonista de las pantallas del mundo occidental. Cómo llegaron los talibanes a tomar el poder es quizás la pregunta que más leí. Cómo las abandonamos, es la que yo me hago antes de dormir.

Tras años de investigación sobre la geopolítica de Medio Oriente en relación con los Estados Unidos, el terrorismo internacional continúa siendo ese actor internacional de poder real que llegó para quedarse, en la agenda de todos. Muchos apuntan a la toma de Kabul como la derrota de la democracia liberal, otros más bien señalan a Estados Unidos como el único responsable de un fracaso con repercusión mundial. Los porqués y las respuestas darán forma al breve análisis que propongo a continuación.

Autodenominado Estado Islámico de Afganistán, los talibanes son un grupo sunnita fundamentalista y terrorista, fundado por veteranos de la guerra de Afganistán. Aquella guerra fría librada entre los dos antiguos monopolios de poder, Rusia y Estados Unidos, en patios ajenos, no dejó atrás a Afganistán. Este país de Medio Oriente fue escenario de una fallida invasión soviética, que culminaría a fines de la década de los ’80 con el avance de los Talibanes contra los Muyahidines (‘combatientes’, armados y apoyados por Occidente), que también se habían opuesto a la ocupación rusa. Tomaron el control de Kabul en 1996 y poco tiempo después gobernaron la mayor parte del país, bajo la imposición de la ley islámica o sharía.

Parece mentira que el origen de la palabra talibán venga del Corán y signifique estudiante. A los talibanes no se les permite estudiar lo que ellos deseen, ni El Corán no tolera la desigualdad entre hombres y mujeres ni la violación sistemática de los derechos humanos. Respecto a esto último y sin ánimos de extenderme, sugiero la lectura de mi artículo titulado feminismo islámico. Otro oxímoron clave: el asunto no está en el Islam como religión, si no en su interpretación por parte de estos grupos y su imposición como ley y Estado. Ahora bien, ¿sunnitas? Desde la muerte del profeta Mahoma, alrededor del año 600 d.C., existe la pugna por el derecho a liderar entre los musulmanes. Dentro de sus vertientes, chiitas y sunnitas han coexistido con importantes diferencias tanto en materia de doctrina y leyes como en teología, rituales y organización. El principal problema yace en que muchos de los soldados que combatieron y combaten en las miles de guerras que azotan la región, son partidarios de una u otra facción, y han obtenido financiación extranjera por -extranjera- conveniencia. Si bien los chiitas son minoría, y suelen identificarse como los más pobres y discriminados, hoy el mapa se lee más o menos así: 

Depto. de investigación de la Universidad de Cuyo – ¿Qué es el ISIS?

Al Qaeda es otra organización terrorista yihadista. La yihad es el esfuerzo que un musulmán debe realizar para que la ley divina reine en la Tierra, aunque muchas veces implique el uso de la violencia. Uno de sus líderes fundadores fue Osama Bin Laden, quien se adjudicó el atentado a las Torres Gemelas hace casi 20 años atrás, y fue declarado muerto tras la Operación Lanza de Neptuno, llevada a cabo por unidades elite estadounidenses en coordinación con la CIA (Agencia Central de Inteligencia), bajo el mandato presidencial de Barack Obama.

El líder pakistaní fue protegido en Afganistán y sus líderes talibanes se negaron a entregarlo. Bajo esa afirmación, Bush desplegó su doctrina contra el terrorismo internacional. En la Operación Libertad Duradera, Estados Unidos y Reino Unido lanzaron un ataque contra el gobierno afgano, cuya soberanía ya era cuestionable. La misión fue interrumpir el uso de Afganistán como base terrorista de operaciones y atacar la capacidad militar del régimen talibán. Bush formó una coalición entre las fuerzas estadounidenses y británicas y facciones militares guerrilleras que combatían a los talibanes, logrando derrotarlos el mismo año. El talibán no desapareció, se reorganizó como una red descentralizada de combatientes con el poder de reunir recursos de manera local mientras que los líderes de alto nivel se refugiaban en Pakistán. Adoptaron un sistema de planeación y ataques terroristas contra el gobierno afgano y expandieron su financiamiento ilícito, basado en crimen y drogas. La ocupación de las fuerzas occidentales duró 20 años. En cifras del Pentágono, el grupo terrorista ingresa hasta USD 1.500 millones al año. Gran parte -declarada- de esta ganancia se basa en que Afganistán es el mayor productor de opio del mundo, y la mayoría de las amapolas utilizadas para producir heroína se cultivan en áreas controladas por talibanes. Aunque Irán e incluso Pakistán hayan declarado no financiarlos de forma directa, sus privados sí lo han hecho mediante impuestos y negocios ligados también a la explotación de minerales. Y, claro, el dinero es el principal recurso que permitió a los talibanes ser tal resistencia por tantos años.

Tropas estadounidenses abandonan Afganistán – BBC Images

La campaña significó el gasto de billones de dólares, y una cantidad de muertes literalmente indescifrable. La expulsión de los talibanes hace 20 años era considerada una prioridad global, pero la cruzada nacional desató guerras interminables donde los objetivos estadounidenses se dispersaron, sin mérito. La elección de Trump tuvo mucho que ver con esto. Propuso la vuelta de los soldados americanos a sus hogares, renunciaba a la idea de que el modelo de democracia liberal resulte exportable e imponible. Esta política fue sostenida por su sucesor, Joe Biden, quien la semana pasada anunció la salida oficial de las tropas estadounidenses de Afganistán, dejando lo que quedaba del escenario libre para los talibanes, o simbolizó su victoria. Como en El arte de la guerra, uno sobre otro. ¿Por qué se hace responsable a Estados Unidos, o se espera de éste una reparación histórica hacia la población civil afgana? Por haber propiciado la desestabilización en la región. Aunque en palabras de Bush “no es lo que deseábamos”, y dos décadas después, en palabras de Biden, “los estadounidenses no pueden ni deben luchar o morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos”. Entonces bien, qué sabemos de ellos mismos?.

En 2004 se acordó en Afganistán una constitución que estableció una democracia liberal al estilo occidental, proveyendo un marco legal para las futuras elecciones. La ONU intervino activamente con resoluciones que establecieron una administración de transición y el envío fuerzas para el mantenimiento de la paz. Se celebró el Acuerdo de Bonn entre las distintas facciones afganas, el cual proclamó un jefe del gobierno interino y creó una fuerza internacional para el mantenimiento de la paz. En 2004 Hamid Karzai fue electo democráticamente, aunque hubo acusaciones de fraude, y fue reelecto en agosto de 2009. El gobierno de Karzai colaboró estrechamente con la Casa Blanca para continuar con la “guerra contra el terror internacional”. Pese a la fuerte presencia militar en el país asiático, comenzaron las conversaciones para concretar la retirada que mencioné anteriormente. En febrero de 2020 el gobierno de Estados Unidos y los talibanes firmaron un histórico acuerdo, el Pacto de Doha, que contempló la retirada en 14 meses y una mesa de diálogo entre los talibanes y el gobierno afgano, así como también la reducción de la violencia en el país. También se previó la liberación de prisioneros talibanes y miembros de las fuerzas afganas entre ambos bandos. Además, el presidente Ashraf Ghani y su principal opositor Abdullah Albdullah, firmaron el 17 de mayo un acuerdo político, acordando que este último liderara el Alto Consejo de Reconciliación Nacional, organismo que pretendía liderar el proceso de paz con los talibanes, y que varios miembros de su equipo sean incluidos en el Gabinete gubernamental. Las expectativas de salida se esfumaron después de varios atentados y enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad afganas y combatientes talibanes. Ambas partes se culparon mutuamente por la falta de resultados. Junto a las tropas norteamericanas salieron miles de efectivos de la OTAN, y Ashraf Ghani huyó del palacio presidencial, fracasando en lograr un acuerdo político que le permitiera pacificar el país. 

Los talibanes en el palacio presidencial de Kabul – BBC Images

Es sabido que todo conflicto político en el Medio Oriente tiene una repercusión inmediata en los precios del petróleo. Incluso si el país involucrado no es un gran productor de hidrocarburos, como Afganistán, que en algún momento estuvo en los planes de las petroleras como un posible corredor para evacuar las reservas de Turkmenistán a los puertos del Océano Índico. Probablemente mientras el conflicto quede encapsulado en Afganistán no pasará a mayores, pero si escala a un problema regional -o haga intervenir a las potencias aliadas, China y Rusia-, habrá impacto en los precios de la energía, en commodities y en otras cotizaciones bursátiles.

Angela Merkel declaró: “todos, y por eso también asumo mi responsabilidad, evaluamos erróneamente la situación. Toda la comunidad internacional dio por supuesto que podríamos seguir con la ayuda al desarrollo en Afganistán”. “La intervención internacional más allá de las operaciones antiterroristas”, agregó, “ha sido un esfuerzo sin éxito”. Por su parte, Rusia dice no temer que Afganistán se convierta en un Estado islámico terrorista, pero no se apresurará en reconocer a los talibanes. Según el representante especial del presidente Vladímir Putin para Afganistán, Zamir Kabúlov, a su país tampoco le preocupa la cercanía de Afganistán a Pakistán -que posee armas atómicas. De hecho, los combatientes talibanes han comenzado a custodiar el perímetro de la Embajada de Rusia en Kabul y garantizan que “de la cabeza de los diplomáticos rusos no caerá ni un pelo”. “Hasta el momento Rusia está satisfecha del comportamiento de los talibanes y de que la transferencia de poder se haya realizado sin violencia”. Según el funcionario, en Moscú, el Talibán aceptó las exigencias rusas de no formar un emirato afgano y no utilizar el territorio de Afganistán contra terceros países. En el caso de China, el objetivo primordial de las autoridades es custodiar las inversiones que este país posee en suelo afgano, ya que en 2016 Afganistán fue sumado al gran proyecto de infraestructura chino One Belt One Road Initiative (OBOR). “China respeta el derecho del pueblo afgano a decidir su propio destino y futuro y desea seguir manteniendo relaciones amistosas y de cooperación con Afganistán”, dijo a la prensa una portavoz de la diplomacia china, Hua Chunying.

El repliegue estadounidense ofrece un espacio vacío que sin dudas será aprovechado, aunque es un juego muy delicado por la diversidad de intereses y alianzas que se entrecruzan en la región. La decisión de Biden puede ser leída en la región como una señal de debilidad, donde a pesar de su poderío militar, resulta muy costosa una intervención armada en Medio Oriente. En consecuencia, habrá un fuerte incentivo a que jugadores importantes de la zona como Irán, empiecen a desplegar una política exterior mucho más agresiva para ganar influencias. Depende de qué agenda prevalezca en Teherán, probablemente intente que esa inestabilidad no se propague a su país y evitará volver a ser sujeto de posibles sanciones internacionales. Este mismo incentivo es el que explica las declaraciones moderadas de los talibanes de las últimas horas y sus promesas de respetar los derechos de las mujeres y no albergar a grupos terroristas, justamente los dos requisitos que estableció la Unión Europea para sentarse a negociar con el grupo insurgente.

Los servicios de inteligencia occidentales temen que Afganistán vuelva a convertirse en un centro de reclutamiento y entrenamiento de islamistas radicales. El miedo a una proliferación de ataques terroristas al mundo occidental es inminente y lógico, pero no es el miedo más grande, no en estas líneas. ¿Qué sucede con la sociedad bajo estos regímenes?

Fotos: El avance de los talibanes en Afganistán, en imágenes |  Internacional | EL PAÍS
El avance de los talibanes en imágenes – Diario El país

Los niños son educados bajo sus reglas y reclutados para servir al Estado Islámico.

Las niñas no pueden ser educadas más que en los quehaceres domésticos, y a partir de los 12 años se las obliga a contraer matrimonio.

Las mujeres no pueden trabajar fuera de sus hogares, solo unas pocas doctoras y enfermeras quedan en los hospitales de Kabul para atender a mujeres y niñas (ya que ni en casos de urgencia pueden ser vistas por doctores varones).

Las mujeres tienen prohibido salir de sus casas sin su mahram, hombre de parentesco cercano (padre, hermano o marido).

Las mujeres no pueden realizar ningún tipo de actividad fuera del hogar; ni ir a una institución, ni realizar deporte, o manejar, o andar en bici.

Las mujeres no pueden dirigirse hacia comerciantes masculinos.

Las mujeres no pueden hablar o dar la mano a varones que no sean su mahram.

Las mujeres no pueden mostrar ni si quiera sus tobillos, por lo que están obligadas a usar guantes y burka, un velo que cubre hasta la mirada con una red.

Las mujeres no pueden compartir el transporte público con los varones, y las ventanas de sus casas deben tener opacidad para no ser vistas desde afuera.

Las mujeres no pueden usar cosméticos; ha habido casos de mutilación por llevar uñas pintadas, así como lapidaciones y azotes en público por incumplir cualquiera de las normas.

Las mujeres no pueden tener sexo fuera de su matrimonio, pero sí son violadas.

En algunas ciudades como Jalalabad miles de personas salieron a la calle a protestar también por la sustitución de la bandera afgana por la islámica. Al menos tres personas murieron y docenas resultaron heridas. Hubo y habrá represión, lo que buscan es el control y su medio para conseguirlo son el terror y la privación de las libertades. Nuestra colega Noor Lamarty ha compartido las palabras de Clarissa Ward, periodista de la CNN, quien aseguró que los talibanes han sido amables con ella. “Cordiales y educados”. Y claro: la opresión es hacia las musulmanas que habitan su territorio. Dar la posibilidad de duda a los talibanes hoy, frente a sus promesas polite, es perdonar al ISIS. Igual de injusto para las víctimas como para la comunidad internacional. No las abandonemos.