REPUBLICA POPULAR CHINA: Superpotencia, comunismo y sistema de crédito social.

Lic. Agostina Salman

China es el país más poblado del mundo, con más de 1430 millones de habitantes, y es junto a Estados Unidos la mayor potencia económica global. Es un estado unipartidista, gobernado por el Partido Comunista desde 1949, tras la victoria del Ejército Popular de Liberación frente al ejército del Partido Nacionalista (KMT) en la Guerra Civil China.  El Partido Comunista chino es la columna vertebral del gigante asiático, sin él no podríamos comprender la historia moderna del país, y sus líderes han dirigido de manera hermética el imponente crecimiento y desarrollo de los últimos años. A su vez, resulta difícil comprender al partido político sin atender a las características de una sociedad que crece entre tradiciones milenarias y modernidad, con un nítido control estatal.

En las últimas décadas, China ha logrado transformar el tablero de juego de las relaciones internacionales con sus políticas. Claro ejemplo de ello fue la iniciativa económica -y ofensiva diplomática- de “la nueva ruta de la seda”. El proyecto One Belt, One Road (un cinturón, una ruta) es un movimiento geopolítico ambicioso que refleja también la conexión del pueblo chino con su historia y tradición; su identidad. Este tipo de acuerdos económicos han colocado a China en el escenario de las grandes potencias, los flujos comerciales han creado y fortalecido los vínculos con los países participantes y han potenciado su influencia en el mundo. Y, el consecuente buen visto de los líderes internacionales ha favorecido y facilitado el desarrollo de los proyectos de infraestructura china a lo largo de todo el planeta. La iniciativa planteada por Pekín va más allá de restaurar las rutas comerciales de la legendaria China Imperial: significa una red de acuerdos comerciales que trajo la construcción de puertos, aeropuertos, carreteras y gaseoductos, y la colaboración en los ámbitos de energía, finanzas, ciencia y tecnología, e investigación y desarrollo. Incluso prevé la creación de un área de integración económica, formalmente. Y, si las cifras de inversión anunciadas por China se toman al pie de la letra, nos encontramos ante la iniciativa de diplomacia económica más ambiciosa desde el Plan Marshall. Comunismo y capitalismo, o economía socialista de mercado (¿funcional?).

Vladimir Putin (izq.), Narendra Modi (centro) y Xi Jinping – BBC

La transformación no hubiera sucedido sin una estructura interna capaz de garantizar que las decisiones de sus líderes fuesen respetadas y que todo el pueblo se volcase en hacerlas realidad. Aquella oposición al Tratado de Versalles, que suponía entregar la provincia de Shandong a los japoneses –y con esto aceptar la continuidad del sometimiento a las potencias imperialistas-,  dio origen a uno de los fenómenos políticos contemporáneos.  La revolución liderada por Mao Zedong tuvo un importante componente nacionalista: su objetivo más inmediato no era implantar el socialismo, sino recuperar la soberanía nacional y restablecer la fortaleza de China frente al extranjero. Desde una perspectiva histórica, el régimen comunista bien podría ser entendido como otra más de las dinastías imperiales que han gobernado China durante siglos. La unidad territorial y la fortaleza internacional habían sido tanto las principales preocupaciones de los emperadores como su mayor fuente de legitimidad para gobernar. Pero esa lucha por la unidad y la hegemonía internacional no es la única de las tradiciones milenarias que adoptó el partido. A pesar de que Mao se oponía a las enseñanzas del confucianismo por considerar que obstruían el avance social del país, llevó al límite el culto a la personalidad y se presentó ante la sociedad como un líder benévolo y supremo, intentando aunar de facto todas esas características. Elementos como la rectitud y la responsabilidad siempre describieron la idiosincrasia china y también al partido comunista: sus militantes deben atravesar arduas pruebas para entrar al partido al que después dedicarán su vida, lo que es visto como un signo de sacrificio y ejemplaridad.

El PCCh se inspiró en la teoría marxista, pero sobre todo por el auge del comunismo soviético. La influencia leninista se trasluce en tres características fundamentales: en primer lugar, el partido como motor de la revolución social, con lo que la transformación de esta nace y muere en el propio partido; la dirigencia, donde la élite que compone al partido es la responsable de liderar la sociedad en todos sus aspectos; y por último, regirse por una organización interna cerrada, jerárquica e inflexible. Para dar sentido a esta amalgama de tradición, teoría política y filosofía, el partido aprobó en 1979 los Cuatro Puntos Cardinales que habrían de orientar su actividad en adelante: seguir el camino del socialismo, defender la dictadura democrática del pueblo, defender el liderazgo del partido y defender el marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao Zedong -recogido en una serie de obras que escribió a lo largo de su vida-. Hoy estos preceptos siguen direccionando las decisiones de los gobernantes chinos.

Hay tres órganos que son clave para comprender las dinámicas internas del comunismo chino: el Congreso Nacional del Partido, el Comité Central y el Comité Permanente del Politburó. El Congreso es oficialmente el órgano con mayor poder de China. Se celebra cada cinco años e invitan allí a los militantes que hayan demostrado rectitud y lealtad al régimen para evaluar informes de distintas comisiones, revisar la Constitución y ratificar el programa presentado por el secretario general para los siguientes cinco años. La elección del presidente coincide desde 1993 con el de secretario general del PCCh, por lo que en realidad los miembros del Congreso apenas tienen voz en la decisión. El Congreso también elige a los miembros del Comité, que a su vez elegirá a los militantes que pasarán a formar parte del Buró Político o Politburó –una elite compuesta por las 25 personas más poderosas del partido. Entre sus miembros normalmente se encuentran los secretarios del partido de regiones importantes, como Pekín o Shanghái. El organigrama del partido dicta que los miembros del Politburó son elegidos por el Comité Central, pero en la práctica, son los propios miembros del Politburó y su Comité Permanente quienes seleccionan a los integrantes de este último, a fin de garantizar perpetuidad. El Comité Permanente del Politburó es el órgano que mayor influencia real tiene en China, por él pasan absolutamente todas las decisiones de trascendencia para el país, y cada uno de sus miembros está a cargo de una o varias áreas esenciales del Gobierno. El secretario general es el oficial de más alto rango del PCCh, puesto que ocupa actualmente Xi Jinping. Es elegido cada cinco años por el Congreso Nacional del Partido, y, hasta el año 2018, su gobierno estaba limitado a dos mandatos. Ese año se aprobó una reforma constitucional que elimina esto y permite a Xi presentarse indefinidamente a la reelección. El secretario general también preside la Comisión Central Militar, lo que lo convierte en el jefe del Partido, del Gobierno, y del Ejército. 

Desfile militar por los 70 años del Partido Comunista en el gobierno  – RTVE

Dejando a un costado la obvia alarma internacional, este panorama ofrece dos lecturas. Podría pensarse que el liderazgo permanente de un solo hombre ofrece estabilidad a China, tan importante ahora que el país se ha embarcado en multitud de proyectos internacionales en su lucha por el dominio económico mundial. La visión contraria, basada en el precedente, asegura que el liderazgo personal termina debilitando a un país y a su sistema político. En cualquiera de los casos, dentro de China no han trascendido críticas importantes a esta reforma, ya sea porque en el seno del PCCh se apuesta por la primera opción, o porque temen alzar la voz.

Xi Jinping junto al Comité en la asunción de la reforma económica, noviembre del 2013 – Euronews

¿Qué ocurre con la sociedad, aquellos millones de habitantes no dirigentes ni votantes? Militar tampoco parece ser para todos. El proceso para convertirse en miembro del partido comienza en la infancia: casi todas las escuelas de China obligan a los alumnos de entre 6 y 14 años a alistarse en el Cuerpo de Jóvenes Pioneros de China, una organización que aglutina a unos 130 millones de niños y que los instruye en los valores del Partido. Sus integrantes reciben cursos sobre la historia moderna de China, y sus maestros les instauran una serie de valores —los cuatro “ismos”: patriotismo colectivismo, socialismo y comunismo— y principios —los cinco “amores”: amor por la nación, por la patria, por la ciencia, por el trabajo y por la propiedad pública—. Si desean seguir prosperando una vez cumplidos los 14, deben solicitar admisión en la Liga de la Juventud Comunista de China. En esta institución, que ronda los 85 millones de miembros, los jóvenes aprenden el pensamiento de Mao Zedong y el de Xi Jinping, que acaba de ser incorporado a esta “guía de acción” de la Liga. También reciben cursos sobre las directrices del Partido y el ideario comunista. El objetivo principal de la Liga es identificar a futuros líderes. Varias figuras ilustres del Partido -como el actual primer ministro Li Keqiang- han salido de esta organización juvenil. Ya adultos, quienes abandonan la Liga y quieran entrar de manera oficial al PCCh deben pasar una serie de duras pruebas de acceso, que normalmente duran varios años. Si les es aceptada la carta de presentación, los candidatos deberán asistir a cursos sobre la ideología del Partido, con sus correspondientes exámenes y tesis. Todo ello, además, acompañado de un escrutinio de la vida personal de cada uno. Existen varias vías que permiten a uno ahorrarse este arduo proceso: hacer carrera militar, cuantiosas donaciones económicas o ser familiar de otros militantes. Y también existen campos de “reeducación”, donde recluyen y rehabilitan militantes cuyas posturas no satisficieron.

A diferencia de las democracias liberales, el PCCh no compite con otros por el control del país, sino que es en sí mismo la agrupación de las personas que gobiernan China. Esto no significa que no haya otras formaciones políticas en el país, pero la Constitución -aprobada por el propio PCCh- dicta que solo los comunistas pueden gobernar. Tampoco parece ser un problema: la opinión mayoritaria de la ciudadanía es de apoyo a su sistema político, lo que puede corresponder tanto a la estabilidad económica lograda o bien retroalimentarse en el temor y las prohibiciones.

“La civilización no tiene en absoluto necesidad de nobleza ni de heroísmo. Ambas cosas son síntomas de ineficacia política”. Un mundo feliz, Aldous Huxley, 1932.

En esta distopía literaria se había conseguido terminar con la anarquía internacional creando un Estado mundial omnipotente que, mediante la perfecta división en clases -fruto de la ingeniería genética y el acondicionamiento- y el control social a través del entretenimiento, había conseguido paz perpetua. Se equipara civilización a estabilidad y paz social de una manera tan pragmática que todo lo que atenta contra ello es, sin duda, una falacia política, un obstáculo innecesario. Nobleza y heroísmo, esas cualidades “románticas” que en la ficción de Huxley no tienen lugar. El liberalismo, los derechos humanos, el derecho a la intimidad y a la privacidad, no hacen más que obstaculizar la protección del bien común. A cambio, adecuar en miras de evitar el cuestionamiento político. La filosofía política china siempre ha destacado la necesidad de confiar en un poder centralizado para pacificar y dirigir todo el territorio, un poder personalizado que enaltece y protege: es la civilización más antigua aun existente.

También es cierto que la censura es una herramienta muy útil cuando en el horizonte se perfila una historia alternativa. Antes de la puesta en marcha del sistema del crédito social, el control social se llevaba a cabo a través de los medios de comunicación tradicionales, el arte, las empresas, la burocracia, la educación y el ciberespacio. China ha sabido desarrollar con éxito plataformas equivalentes a las propuestas de Silicon Valley y que, además de proporcionar directamente al Gobierno datos de sus ciudadanos, funcionan mejor (claro ejemplo la aplicación WeChat). El Estado recibe y gestiona grandes volúmenes de información obtenida en colaboración con bases de datos policiales e instrumentos de alta tecnología, como las gafas de reconocimiento facial. Los recoge sin autorización previa no solo mediante lo perceptible e identificable, como saber quién es el culpable de romper cierta ley, sino también mediante la potencial colaboración con el sector privado.

El dilema seguridad-privacidad lleva discutiéndose mucho tiempo y casos como el de Facebook, que precipitó la aprobación de una nueva ley de protección de datos en Europa, evidencian los riesgos a los que los ciudadanos se encuentran expuestos. Si la utilización del historial de búsquedas en internet, de compras e inversiones, el rastro en las redes sociales o el incumplimiento de las normas de convivencia sirvieran para crear una sociedad más segura, ¿quién sería capaz -Gobierno o ciudadano- de negarse a utilizar un sistema similar bajo la bandera del bien común? El modelo chino está volviéndose cada vez más popular, no piensa en lo que se encuentra fuera del alcance del poder del Estado y, en un mundo donde la sensación de seguridad dentro de él está cada vez más comprometida por las olas migratorias, los ataques terroristas y otras amenazas a la seguridad, la vigilancia masiva podría terminar vista con buenos ojos y sumando desencanto a los ideales democráticos.

El Sistema de Crédito Social que China comenzó a probar en algunas de sus ciudades establece un puntaje para cada persona. Según sea alto o bajo, y según oscile, ese número determina aspectos íntimos de la vida privada como el acceso a descuentos para los servicios públicos, o la negativa a inscribir a un hijo en una escuela de calidad. Esta suerte de mecanismo de premios y castigos no fue oficialmente explicada, y algunos residentes afirman no verse perjudicados por el supuesto control.

La norma que entró en vigor en marzo de 2018 no preveía la instauración de un solo sistema de crédito social: establecía que cada gobierno local debería diseñarlo y llevarlo a cabo según sus propios criterios. A día de hoy sólo se tiene constancia de Rongcheng, a unos 800 kilómetros de Pekín. Esta urbe ha establecido un mecanismo piloto de puntuación para sus ciudadanos en los que las buenas conductas públicas sumas puntos y las acciones contra la comunidad, por lo general infracciones de la ley, restan. “Cualquier cosa que influya en los puntos debe estar respaldada por hechos oficiales con documentos oficiales. Después de observar sus características detenidamente, deducimos que el sistema de Rongcheng se parece más a una hoja de antecedentes, ya que no evalúa una gran cantidad de datos para imponer sanciones, sino que crea un registro de los castigos que ha recibido la persona”, dijeron desde el Gobierno.

El fenómeno generó mayor repercusión internacional debido al sistema de pagos online. “Alipay no sólo es una plataforma de pagos online, también funciona como una especie de tarjeta de crédito. Si un mes no tienes suficiente dinero para comprar cualquier cosa, puedes pedírselo y devolvérselo al mes siguiente. Pero si el siguiente mes no lo pagas, baja tu Zhima Credit”, detalla Junlong Wen, ciudadano chino que vive en España. Lo cierto es que Alipay está conectada a los bancos chinos y maneja una gran cantidad de información financiera de sus usuarios, por lo que si estos tienen deudas sus puntos en la aplicación bajan y no pueden comprar determinados productos o servicios de alto valor. Es por ello que a muchos ciudadanos chinos se les ha bloqueado el acceso a billetes de avión o tren, porque Alibaba no confía en su solvencia. “Este sistema se percibe como justo por la población china, porque antes muchas personas contraían deudas y no las pagaban, y los bancos han tenido que buscar esta solución para controlar a los morosos”, explica Wen. Y añade que, pese a que no se puede estar fuera de este sistema -porque algunos pagos en China ya sólo se hacen a través de Alipay-, son muchos los chinos que prefieren no comprar a crédito para no contraer deudas que quizás no puedan afrontar en el futuro.

Lo que se dio a conocer de esta peculiar invención, es que las personas y empresas empiezan con 1000 puntos, que se traducen en un sistema de calificación de la A a la D. Los puntos se añaden por servicios a la comunidad, comportamientos excepcionales y premios recibidos. La resta puede producirse por desde no cederle el paso a los peatones hasta retrasarse con el pago de las facturas o tener una multa de tráfico. Dependiendo de su categoría, se premia o castiga al ciudadano temporalmente. En mayo, el primer mes del crédito social, 169 personas perdieron el derecho a viajar dentro y fuera del país por su baja puntuación. Otras consecuencias son la denegación de reservas en los mejores hoteles, no poder solicitar ciertos empleos, impedir que los hijos vayan a las mejores escuelas o quedarse sin mascota.

Imágen capurada por la BBC – “El reto de sacar a 80 millones de personas de la pobreza en 2 años”

Según las cifras expuestas por el Banco Mundial, China tiene al día de hoy con 25 millones de pobres. Desde 1980 cerca de 800 millones de personas han salido de la pobreza, y entre 1990 y 2015 el porcentaje de personas que viven con USD 1,90 al día o menos bajó del %66 al %0,7. Su aportación a la economía mundial ha pasado del %1,5 al %15,4 y el PBI per cápita se ha multiplicado por casi 65. Una de las razones más mencionadas es la inmensa brecha que existe entre las áreas rurales y urbanas. Mismo desde el gobierno se ha mencionado a las áreas agrarias y rurales como una dificultad en sí misma, donde el desarrollo económico inevitablemente tardará en llegar, aún con planes sociales. En ciudades como Shanghai o Beijing el ingreso medio anual de los hogares asciende a unos USD 6800, valores que coinciden con la imagen del éxito mostrada por el gobierno chino. Pero en Gansu o la convulsionada Xinjiang, donde el gobierno mantiene un conflicto con la minoría uigur, se reduce a USD 3000, aproximadamente. Y si bien el consumo es menor, las poblaciones rurales viven en climas hostiles y tienen un limitado acceso al agua potable y los servicios básicos. Visualizando los problemas coyunturales que esperaríamos encontrar en su agenda política a corto plazo, también están fuerte caída de la tasa de fertilidad y el altísimo nivel de consumo eléctrico y de emisiones de carbono.

En conclusión, el sistema de crédito social obliga a someterse a una serie de reglas -añadidas a las legales- dictadas desde el Politburó, lo cual puede generar, junto con la protección del culto al Estado, una nueva sociedad de clases. La baja puntuación de unos padres puede comprometer el futuro de su descendencia al forzarlos a acudir a centros menos reputados, lo que a la larga tendrá un impacto en sus oportunidades profesionales y marcará su entorno de amistades y contactos. De igual manera, la mejor educación y los mejores empleos acabarán reservados para los ciudadanos más leales, lo que dará lugar a una nueva esfera privilegiada y generará nuevas dinámicas de desigualdad.

La falta de libertades se opone a la creatividad, y al progreso en última instancia. La seguridad absoluta no existe y, por ello, el Estado tiene que buscar nuevas formas de colaboración, de transparencia en vez de secretismo, y cadenas de mando optimizadas y vigiladas que permitan determinar responsabilidades. Puede que Xi cuente con la legitimidad que la idea del Mandato del Cielo le otorga según la tradición, sin embargo Occidente se debe a otras dinámicas. El tiempo desvelará si lo inaugurado en China es un nuevo significado de gobernanza, aunque habernos introducido en esta investigación nos acerca más a un capítulo de Black Mirror que a un camino de prosperidad viable y duradero.

Bibliografía consultada
Leadership and the Rise of Great Powers, Yan Xuetong, 2019
Los besos de Lenin, Yan Lianke, 2015
https://www.xataka.com/privacidad/yo-vivo-china-no-conozco-a-nadie-que-tenga-sistema-credito-social
https://www.infobae.com/america/mundo/2018/12/30/como-funciona-el-sistema-de-puntaje-personal-en-china-un-escalofriante-proyecto-de-control-de-la-poblacion/
https://www.pagina12.com.ar/313617-china-oportunidades-y-desafios
https://elordenmundial.com/la-nueva-ruta-la-seda-iniciativa-economica-ofensiva-diplomatica/
https://www.imf.org/en/Countries/CHN
https://elordenmundial.com/el-sistema-de-credito-social-chino/
https://elceo.com/internacional/china-y-rusia-impulsan-un-nuevo-orden-mundial/