
EL VERDADERO TRASFONDO DE LOS DISTURBIOS DE MINNEAPOLIS
Proyectar Nación
Lic. Macarena Acosta
«Un disturbio es el lenguaje de los no escuchados» Martin Luther King
«Aquellos que hacen imposible la revolución pacífica harán inevitable la revolución violenta» John F. Kennedy
Los disturbios y manifestaciones violentas no son nunca el primer recurso, ni son una forma de protesta en sí, sino una forma controvertida que encuentran las comunidades manifestantes para liberar la tensión y la indignación de haber intentado ser escuchados por los canales considerados tradicionalmente válidos, y haber sido ignorados. Es una forma de hablar con acciones, una vez agotados los recursos dialécticos. La comunidad Afro-Americana de los EEUU lleva consigo el legado histórico de esclavitud, racismo y discriminación que por generaciones se ha constituido por medio de diversas formas –separaciones de raza, educación, pobreza, paga diferencial, y salud entre otras– como ejemplos del racismo sistemático y estructurado que los/las Afro-Americanos/as continúan padeciendo. Las estadísticas del virus Covid-19 son una muestra de la diferencia en salud, mientras que la brutalidad policíaca para con la gente de color es otra de las aristas más violentas e injustas del racismo estructural.
“No es la forma”
Cuando se trata de un grupo que ve sus derechos vulnerados por la clase/raza privilegiada, viviendo en un sistema que fue concebido por la clase/raza privilegiada para su propio beneficio, no hay “una” forma válida de protesta. Porque cuando se pide una reforma de sistema, no tiene sentido encuadrar ese reclamo en un marco que se alinee con ese sistema.
Así las cosas, la mayoría de los colectivos intentan primero y principal hacer esto último, es decir, denunciar irregularidades e injusticias, juntar firmas, manifestarse pacíficamente. En el caso del racismo y la brutalidad policíaca en contra de la gente negra, el ejemplo más prominente es el del jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, que decidió, antes de comenzar un partido en 2016, arrodillarse durante el himno nacional, argumentando que no iba a “escuchar de pie el himno de un país que oprime a la gente de color”. Esta protesta, inocua y pacífica si las hay, fue recibida con muchísima indignación y violencia, llegando a recibir el jugador amenazas de muerte, y arruinando su carrera, ya que desde ese momento ningún equipo quiso tenerlo entre sus filas. En ese momento, la opinión general también argumentó que esa “no era la forma” .
Entre el grupo de personas que argumentan que esas no son formas, también es común encontrar una cierta romantización a los movimientos sociales y/o los líderes sociales de antaño, opinando también que sus luchas sí eran válidas. Esa desobediencia civil es vista como justificada (retrospectivamente), y los que la llevaron a cabo son vistos (retrospectivamente) como héroes, pero ante cada nueva victoria se dicta que cualquier desobediencia civil adicional sería irracional. Pensemos no sólo en el movimiento Panteras Negras de EEUU de los ‘60s, sino en Malcolm X, o en las sufragistas feministas, en cómo sus protestas y graffittis, en ese momento fueron recibidas con muchísima violencia y descalificación, y sin embargo ahora son enarboladas como ejemplo a seguir para las feministas actuales por la misma gente que cree que “esas no son formas” .
Daryl Davies, activista y autor de “Relaciones Klandestinas; La Odisea de un Hombre Negro en el Ku Klux Klan”, compara los saqueos y destrucción con multas por exceso de velocidad. Dice que cuando a un conductor se le pide que baje la velocidad, puede que lo haga o puede que no. Pero en el momento en el que desatender el pedido se empiece a traducir en una pérdida económica, se va a sentir más inclinado a obedecer la ley. De la misma manera, el autor refiere que la pérdida económica causada por los disturbios, si se mantiene, puede lograr que al gobierno ya no le convenga hacer oídos sordos al pedido legítimo del colectivo manifestante. Aun así, manifiesta que los disturbios y saqueos no son parte de la protesta en sí; la gente no pretende convencer a las autoridades de escucharlos gracias a ellos. Eso ya se intentó por todos los canales legítimos y legales en varias oportunidades .
La Historia nos demuestra que a pesar del pacifismo empuñado por el Dr Martin Luther King Jr, el Movimiento por los Derechos Civiles de la Gente Negra culminó en la Ley de Vivienda Justa de 1968, aprobada tras días de disturbios y manifestaciones violentas como resultado del asesinato de King siete días antes .
Otro ejemplo son “Los disturbios de Stonewall”: Un levantamiento de civiles, en su mayoría mujeres transexuales de color, liderado por Marsha P. Johnson, que fue catalizador indiscutido de la aprobación de los derechos de los homosexuales y colectivo LGBTIQ+ .
El racismo que no se ve, pero se siente.
El problema particular que se presenta en la situación actual es la creencia de que el racismo es el odio manifiesto a la gente de otra raza. Y mientras esa es una problemática que existe, es sólo la punta del iceberg. Debajo de la superficie se encuentra algo a lo que se le ha dado el nombre de “racismo sistémico”, o racismo estructural.
El racismo estructural denota la idea de que, aunque la población no sea abiertamente racista, opera en un sistema que está desbalanceado en favor de los blancos, en incrementos tan pequeños (llamados “micro agresiones” o “micro racismos”) y tan arraigados que es difícil reconocerlos, y aún más difícil explicar por qué son tan nocivos. Es un círculo vicioso donde los niños negros se crían en ambientes donde la injusticia es moneda corriente, y van a escuelas que reciben muchos menos fondos que las escuelas de barrios blancos. Al tener menos fondos, la calidad educativa es menor, lo que influye en la capacidad de los egresados de ser admitidos en buenas universidades, y los pone en desventaja a la hora de competir por buenos empleos. Esto significa que esta nueva generación no tendrá dinero suficiente para pagar una educación privada para sus hijos, que tendrán que asistir a la misma escuela de bajos recursos a la que asistieron sus padres, donde la rueda vuelve a girar. Además, alimenta el estereotipo de que las personas de color suelen ser pobres o de baja educación. En síntesis, el sistema socioeconómico capitalista lleva asociadas ciertas prácticas educativas que conducen al desarrollo de ciertas estructuras de la personalidad que a su vez predisponen al prejuicio.
El racismo sistémico es desgastante por la dificultad de ser representado y ser reconocido, y porque quienes lo reconocen y lo hacen notar son muchas veces acusados de ponerse en el papel de víctima o de inventar problemas donde no los hay. El “poder” de las micro agresiones es justamente que son sutiles y están en todas partes, perpetuando las ideas racistas que llevan a los individuos a aceptar el statu quo como lo “normal”.
En síntesis: Lo que estamos presenciando estos días no son disturbios y saqueos como forma de protesta contra la muerte del señor Floyd. Lo que se está viendo es el resultado de la inacción de las autoridades en escuchar a dicho colectivo y en evaluar soluciones para la problemática de la brutalidad policíaca y la falta de justicia en los casos de gatillo fácil, y la falta de protección contra el resurgimiento de los movimientos de Supremacía Blanca que encuentran en Trump un vehículo de representación dialéctica y desde sus acciones en la práctica.