Lic. Agostina Salman
La República de la India es el segundo país más poblado del mundo después de China, con 1398 millones de habitantes. El gigante asiático es cuna de cultos y religiones, y si bien tiene una de las economías con mayor crecimiento de los últimos años, presenta altos niveles de pobreza, analfabetismo, carencia sanitaria, malnutrición y malarias. Culturalmente, la sociedad india está marcada por un sistema de castas, tribus y clases, arraigado en el hinduismo, y muy acostumbrado a la discriminación.
Mohandas Gandhi, más conocido como Mahatma (en sánscrito e hindi: mahā ‘grande’ y ātmā ‘alma’), fue el dirigente más destacado del movimiento independentista de la India, y en su desobediencia y resistencia civil no violenta abrió un camino de evidencias y desafíos. Garantizar derechos y libertades para todo tipo de clases sociales, tribus y castas, y la aceptación de las mismas, es quizás la tarea más difícil y urgente después de la independencia de la corona Británica en 1947.
Cuando la posición que ocupa una determinada casta se ve sumida en la degradación de la dignidad humana a lo largo de los años, tiende a convertirse en cultura, costumbre. Y ese es uno de los mayores peligros que residen en la sociedad india. El sistema de castas indio se trata de un sistema de estratificación social que fue evolucionando durante el tiempo; una compleja amalgama de grupos sociales, entre los que se encuentran los clanes llamados gotras, etnias y tribus llamados jatis, y la jerarquía social definida por uno de los textos antiguos, el Rigveda. Este sistema reparte tanto derechos como deberes y privilegios, con la creencia hindú de que todos los seres humanos somos creados de manera desigual.

La adopción de la constitución india y su puesta en marcha en 1950 considera ilegal la discriminación contra las castas más bajas, pero en la práctica subrayó la oleada de violencia sobre los dalits, aquellos pertenecientes a las clases más bajas. Miles de mujeres y niñas dalits son violadas cada año. Ser agricultora, sirvienta en una casa de la capital, barrendera o prostituta son todas las oportunidades laborales que se les ofrecen. Y en esos trabajos la exclusión no desaparece. «El comportamiento grosero del empleador, la no recepción de los salarios a tiempo, la imposición de trabajos no elegidos o el abuso sexual», señala un informe del Instituto Indio de Estudios de Dalits (IIDS), son algunos de los ataques que sufren. «Las niñas dalits se ven obligadas a prostituirse para los patronos de las castas dominantes y los sacerdotes», afirman en la Campaña Nacional por los Derechos Humanos de los Dalits (NCDHR). Esta organización también denuncia que sólo el 1% de las agresiones termina en condena. «Cuando una mujer va a denunciar una violación, lo primero que le preguntan es ‘¿por qué llevabas esa ropa, por qué estabas sola en la calle, por qué a esas horas?'», cuestiona Ranjana Kumari, directora del Centro de Estudios Sociales. La violencia contra las mujeres reduce aún más las posibilidades de desarrollo de las comunidades; tanto la agresión como la amenaza de efectuarla hace que las niñas abandonen la escuela y que las mujeres dejen de ir a trabajar, lo que les deja sin herramientas para salir de la pobreza y alimenta un círculo vicioso que las encarcela en vulnerabilidad.
¿Qué ocurre alrededor? Silencio. Años atrás, todo el país y los medios internacionales mostraron indignación ante la brutal violación y asesinato de una estudiante en un autobús de Nueva Delhi, pero no ocurre con una niña dalit. No obstante, la canalización de la indignación también entiende de clases y castas. «El movimiento feminista está dominado en su mayoría por personas de casta superior, mujeres hindúes que dicen representar los intereses de todas las mujeres de India cuando no es así», concluye Ranjana.

Según el último censo del 2018, la tasa de alfabetización masculina es del 82,37%, superior a la femenina que es del 65,79%. Entonces, si bien la alfabetización ha crecido en los últimos años, la diferencia entre mujeres y hombres sigue siendo determinante, y se ve reflejada en el mercado laboral y la disparidad de género. Varios investigadores coinciden en que el genocidio silencioso de las mujeres ha influido en las estadísticas demográficas, que muestran que hay 36 millones más de hombres que de mujeres. Un antiguo proverbio indio dice: «criar a una hija es como regar el jardín del vecino». Y es que, en India las hijas no son rentables. Supone una gran carga económica para la familia, una gran inversión por algo temporal, ya que tras el matrimonio la mujer dejará a su familia y pasará a ser propiedad del marido. Para las mujeres hindúes, el matrimonio es el contrato de sus vidas. Una mujer que no tenga un hombre al lado nunca será una mujer completa ante los ojos de la sociedad. Y resulta tan imprescindible para la familia de la esposa como caro: las bodas son un espectáculo de colores, música y opulencia que parece presumir relaciones de poder y dinero, y no una celebración de amor. El sistema de dotes, es decir el pago que se debe realizar por el simple hecho de contraer matrimonio, es de parte de la familia de la mujer al futuro esposo. Y en muchas ocasiones las mujeres son incapaces de hacer frente a las condiciones establecidas, por lo que son agredidas y sometidas a todo tipo de maltrato.
Remarcaré el gentilicio usado, hindúes, porque cabe aclarar que el hinduismo dista del budismo (y otras religiones) en la realidad de la mujer india: el sistema de castas hindú se perpetúa generacionalmente, enmarcado por una religión no-teísta basada en el Karma y -literalmente- millones de deidades; mientras que el budismo cree en un camino más espiritual hacia la liberación del individuo, con un Karma plasmado en la causa y el efecto de las acciones individuales, el ascetismo, la meditación y la paz.
Los matrimonios arreglados son una distopía actual y real en la India: los padres escogen las parejas de sus hijos, y la mayoría de las veces no se conocen entre ellos hasta el momento del casamiento. Lo curioso, es que el 75% de los varones de entre 18 y 35 años lo prefieren así. En el norte del país, la zona más tradicional, esta cifra aumenta al 82%. En documentales donde entrevistan a la población ningún varón se niega al arreglo, y hasta lo agradecen: «no perderé el tiempo, sus padres saben elegir». Esperablemente, no es igual para las niñas y mujeres.

Harshita, de 22 años, llega con los ojos rojos y una mirada triste. Nada más ver a su profesora se echa a llorar. Está desesperada, ha llegado la hora de la verdad. Su madre ha comenzado a buscar candidatos para su boda y, después de cinco años de relación, tiene que decir adiós a su novio. Ella forma parte de los kshastriyas, la segunda casta más importante de la India; sin embargo, él pertenece a los vaishyas, la tercera casta, por lo que un futuro en el que estén juntos es impensable dentro de una familia tan conservadora como la suya. Siente que todo se acaba, que es el final de su vida. Ella sueña con trabajar en la Embajada de España en la India; para ello ha estudiado Comercio y español, pero si se casa lo más seguro es que nunca llegue siquiera a acceder al mundo laboral. Se convertirá en un ser completamente dependiente de su marido. Por ello ha acudido a María, profesora de español de la Universidad de Rajasthan en Jaipur: necesita salir del país. Sus padres le han dado un margen de seis meses para encontrar algo en el extranjero y seguir con sus estudios. Si no lo hace, en medio año se verá obligada a casarse con una persona a la que todavía no conoce.
La hoja de vida matrimonial es una carta de presentación que suelen hacer los padres con datos de sus hijos, como lugar y hora de nacimiento, el aspecto físico y el carácter, casta, pasatiempos; el nombre, la educación y los negocios de su grupo familiar. Si se obtiene un puntaje de más de 20 sobre 36 ítems acertados, se considera compatible. Más de 28, asegura un matrimonio feliz. En todos los niveles sociales creen en los matrimonios arreglados por su efectividad, y según un censo hecho por el economista Suraj Jacob y la antropóloga Sreeparna Chattopadhyay, sólo el 2,4% de los matrimonios termina en divorcio en India. Pero, puede que no todas las mujeres informen o si quiera pidan el divorcio, debido al estigma asociado a este estado civil.
Cada 22 minutos una mujer denuncia una violación en la India. Y se cree que las cifras reales superan las denunciadas. En el 94% de los casos las víctimas conocen a sus agresores, y una cuarta parte de los indios admite haber cometido al menos un acto de violencia sexual. También se conocen denuncias por parte de hombres: Roshan Kunar, en 2017, cuando tenía 17 años, fue secuestrado por un grupo de hombres en la región de Bihar, del norte de India, y fue obligado a contraer matrimonio con una joven. «Si no hubiera aceptado este matrimonio, igual ninguna familia le hubiera permitido a su hija casarse conmigo después. Ellos me secuestraron, me golpearon y me obligaron a casarme. Diez hombres, me apuntaron con un arma amenazándome, ¿qué otra opción tenía?», confesó. La diseñadora paquistaní Nashra Balagamwala hizo un juego de mesa sobre los matrimonios arreglados, y aseguró que en Occidente la gente suele confundir los matrimonios arreglados con los matrimonios forzados. En su defensa, opina que no hay mucha diferencia entre el uso de aplicaciones para tener citas, y la lectura de cartas astrales y de presentación de desconocidos para pensar en casarse. A mí parecer sí dista, mientras no haya una elección propia. Y la costumbre no hace más que naturalizarlo y perpetuarlo.
La falta de educación siempre significará falta de libertades y derechos. En la India, alrededor de 38 millones de niños entre 6 y 13 años no van a la escuela primaria, y alrededor del 20% de los jóvenes no han recibido nunca una educación básica. Aquellos nacidos en las castas más bajas, apenas acceden a trabajos domésticos o no remunerados. Existen miles de activistas y organismos no gubernamentales que intentan, día a día, entre todo tipo de hostilidades y trabas, aportar su grano de arena. Agostina Di Stefano, una profesora de inglés argentina, se instaló en la India a sus 34 años, con su hija recién nacida. Polución, basura en las calles, niños muertos de hambre, personas sufriendo, desnutridas y amputadas. En Mothia Khan, un edificio abandonado y ocupado -con permiso del gobierno- por familias marginadas, Agostina abrió una escuela. Fue más que una docente: salvó, entre muchos otros, a Chena, una nena de dos años con parásitos en su panza que no podía caminar a causa de la debilidad y se arrastraba hacia la gente por hambre. Llegaron donaciones desde Argentina, y trabajó en conjunto a una ONG local, que la ayudó principalmente con las barreras idiomáticas; el hindi era el único idioma hablado en la región, pero el lenguaje del amor y la vocación llegó más lejos.

«Nos costó, pero después de dos años, logramos que los niños se sienten a la mesa, presten atención y colaboren. Antes pasaban diez minutos y se iban. Los preparamos para que cuando vayan a la escuela oficial los acepten y no se burlen de ellos por cómo hablan, comen o caminan. En realidad, los preparamos para la vida», asegura. Agostina especifica que el trabajo que hacen junto a la ONG es integral, con asistencia social, alimentaria, médica, educativa y sanitaria. El próximo paso es sumar un grupo de apoyo para las mamás y las adolescentes para que sigan su camino: «ahora queremos enseñar a que se cuiden, que conozcan sus derechos, lo que no les puede hacer la gente, lo que no tienen que permitir. Lo mismo para acompañar a las mamás, si tienen algún problema, si son golpeadas, si deben resolver algo legal porque no tienen conocimientos.»
La verdad yace en la coincidencia entre una afirmación y los hechos. Podemos transformar una realidad, pero antes debemos conocerla. Y hacerla.
Investigación, redacción y producción de contenido independiente. Bibliografía utilizada:
«Esta noche la libertad», Dominique Lapierre y Larry Collins, 1975.
«Un perfecto equilibrio», Rohinton Mistry, 1995.
«Shantaram», Gregrory David Roberts, 2003.
«The god of small things», Arundhati Roy, 1998.
https://www.huffpost.com/entry/varna-and-caste-system-of_b_877981
https://www.elmundo.es/internacional/2014/05/30/5388babb268e3ed3168b456c.html
https://lavidaconella.wordpress.com/
https://datosmacro.expansion.com/demografia/tasa-alfabetizacion/india2
https://elpais.com/elpais/2016/11/14/planeta_futuro/1479137690_139793.html